No escuchamos las palabras alentadores
llenas de buenas
gracias
que conmueven a corazones
aptos para poder recibirlas,
estamos tan encerrados
disparados de movimientos
que elocuentemente
se convierte en palabras,
no
escuchamos una sincera y cálida palmada
disfrazada de palabra,
tormentosamente esperamos
que lo peor nos llame a la puerta
para así poder sentirnos vivos,
la
escrupulosa idea
de que el dolor
debe de ser dolor,
no una forma ingeniosa de
observar nuestro interior;
catástrofe
cuando inclinamos
la balanza
a la deriva
de nuestros pensamientos destructivos
creando una nueva obra
llamando a los
actores del caos
para que ocupen los asientos principales
del drama,
mezquino
y
desabrido
que la neblina no existe mas que en nuestra mente,
ahuyenta la buena
costumbre
de sonreír al primer rayos de luz entrando directamente en nuestra pálida
y cálida cara,
donde los brotes de ternura se disparan
para acariciar ciertas
tinieblas
que ni siquiera son nuestras,
abrumadores son los comentarios ajenos.
Ahora
resuena dentro del corazón
que esta apunto de estallar en llanto
la famosa sinfonía
de respuestas:
Encontrar la manera
de que no mueva mi interior
para poder solidificar
la buena intención del exterior.
Acallar, los ruidos de afuera pero desde la
perspectiva interior.
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